Cada año a las 11 de la noche del 15 de septiembre, el presidente de la república mexicana -y los diferentes alcaldes y gobernadores en sus jurisdicciones-, al grito “¡Viva los héroes que nos dieron patria!” conmemora el inicio de la independencia, que tuvo lugar en aquella misma noche de 1810. Enumera seguidamente quienes llevaron a cabo aquella revolución: ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!…
Con la muerte de Pedro Farnés, el pasado 24 de marzo ha fallecido uno de los “héroes” que nos dieron “liturgia”. Prácticamente ya no queda vivo ninguno de aquellos padres que llevaron a cabo la renovación litúrgica del siglo XX y redescubrieron el misterio de Cristo celebrado en el culto cristiano.
A la nueva generación de liturgistas nos toca seguir la estela que ellos marcaron. En la dedicatoria que me firmó Cornelio Urtasun en su libro Las oraciones del Misal: escuela de espiritualidad, indicaba: “Nosotros hemos redescubierto la liturgia, ahora os toca a vosotros mostrarle su riqueza al pueblo”.
Y quizá llegue el día en el que tengamos que conmemorar esta renovación llevada a cabo durante el siglo XX. Y cada 4 de diciembre, fecha en la que se promulgó la Constitución de liturgia Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, al grito “Viva los padres que redescubrieron la liturgia”, comenzando por Dom Guéranger, enumeremos a aquellos “héroes” que empeñaron sus vidas por mostrar la verdadera esencia de la liturgia para poder celebrar con su auténtico sentido el culto cristiano.
José Antonio Goñi